¡Sólo aviéntate!
¡Sólo aviéntate!
Miraba al vacío, pensando
que nadie la extrañaría.
Él la observaba, en la distancia,
preguntándose si realmente lo haría.
Mientras más analizaba
el gran vacío frente a ella,
más confirmaba que no se comparaba
en nada con el gran vacío de su Alma.
¿En qué momento se había perdido tanto
que hasta reír, dolía?
La vida le estaba pasando una factura
de algo que no recordaba haber pedido.
Y él seguía observándola…
Intentaba hacerle notar que estaba ahí,
pero su dolor era tanto, que ya no lo sentía.
El vacío se alzaba ante ella
y le sonreía,
con la promesa de que todo mejoraría.
Él le gritó tan fuerte como podía,
pero ella ya no lo oía,
peor aún, ya no le creía.
Se le acabó el amor;
y no por él,
sino por ella misma.
El vacío le sonreía
y ella se entregó a él
con los brazos abiertos;
y mientras el vacío la abrazaba
con su inmensidad,
ella dejó de llorar
y también sonreía,
ya no sentía nada,
ya no dolía…