La culpa. ¿Y si nos perdonamos?
Hace meses me encontré estas palabras, las leí y las guardé porque me sentí totalmente identificada con ellas.
Ahora quiero compartirte algo que me pasó y me di a la búsqueda de quién las había escrito y la encontré; espero que te gusten y las apliques a tu vida.
¿Qué tal si me perdono?
- Me perdono por dejarme en último lugar infinidad de veces.
- Me perdono por hacerme pedazos para completar a otros.
- Me perdono por no tener tiempo para mí.
- Me perdono por no hacerme caso y tropezar con el mismo obstáculo una y mil veces.
- Me perdono por haber hablado de más.
- Me perdono por haberme callado.
- Me perdono por confundir resignación con tolerancia.
- Me perdono por no gastar en mí lo que, sin reparo, gasto en alguien que a veces no lo merece.
- Me perdono por mentirme.
- Me perdono por no verme en el espejo más seguido.
- Me perdono por ser tan ruda cuando se trata de mí.
- Me perdono por no ser más amable conmigo misma.
- Me perdono por no tenerme paciencia ni tener constancia.
- Me perdono por no encajar en un molde.
- Me perdono por no permitirme muchas cosas.
- Me perdono por no disfrutar de otras tantas.
- Me perdono por no valorar los momentos que valen la pena y darme cuenta muy tarde.
Entonces me hablé a mi misma.
Debemos aprender a soltar, a dejar ir, a perdonar.
Debemos hacer frente común contra el mundo que no está en nuestra contra, simplemente es el mundo y la gente es gente, con lo bueno y lo malo.
No hay explicaciones ni justificaciones; es así, sucede.
Menos reproches y más amor.
¿Y si me perdono?
Ampliamente y de verdad, sin echarme en cara mis errores, sin pensar en un problema toda la noche, sin sentir una punzada con un recuerdo corrupto cruzándonos la mente.
Sí, me perdono, me acepto y me corrijo; me acomodo las piezas y hago un reset en mi memoria y en mi corazón.
Male Capetillo Cabrera.
Cometí un error
Esta mañana me quedé dormida.
Sí, tremendo error.
Llevo meses con una rutina matinal que he cumplido al pie de la letra. Lo que hace que todo funcione perfectamente para la hora exacta en que cada uno de mis enanos deben salir para el cole.
Pero esta mañana mi cuerpo resintió el cansancio físico y emocional de los últimos días y lo único que atiné a hacer, a las cinco de la mañana, fue apagar mis alarmas; no las pospuse, literalmente las apagué.
No pensé quedarme dormida, pero cuando logré despertar eran las seis y media. Conclusión: mi enano adolescente no llegaría al colegio así fuera el mismo Flash en persona y menos si tomamos en cuenta su adolescencia.
El reproche
Mi primera reacción fue despertarlo corriendo y preguntar si él creía que podríamos llegar. Ilusa de mí pretender que, un adolescente al que le cuesta más de diez minutos reaccionar y que además se despierta de pésimo humor, me dijera que sí, que se apuraría y llegaríamos con tiempo de sobra.
Claro que me enojé, pero no le dije nada a él, así que lo que ocurrió después fue que me reproché cada cinco segundos que por «mi culpa» faltaría al colegio; como si en ello se fuera la vida.
Una vez que pasó el enfado, me puse a preparar todo para que mi enano menor si llegara al colegio en tiempo y forma.
Incluso el adolescente adormilado me ayudó a preparar el desayuno de su hermano y estaba esperándome cuando regresé para desayunar juntos.
A mí me sirvió el salir de casa a dejar al peque porque aproveché para pensar mejor las cosas.
Al final salió algo muy bueno de todo esto, pude desayunar con mi enano después de mucho tiempo de no hacerlo, además estuvimos platicando largo rato; algo que disfruto profundamente.
¿Y si nos perdonamos?
¿Cuántas veces hacemos o dejamos de hacer cosas y nos culpamos por ello?
Tenemos que dejar de echarnos «culpas» por todo lo que sucede. Queremos ser las mejores en todo lo que hacemos: las mejores mujeres, las mejores esposas, las mejores madres, las mejores profesionales, las mejores amigas y acabamos exigiéndonos demasiado.
Las cosas son más sencillas cuando cedemos el control. No podemos ser perfectas. Tenemos derecho a sentirnos cansadas, frustradas, decepcionadas y tomarnos el tiempo para solucionar nuestras propias dudas e inquietudes.
Cuando no lo hacemos, el cuerpo nos reclama atención. Y lo hará de la única manera en que le hacemos caso; con enfermedades o con cansancio excesivo.
Aprendamos a escuchar a nuestro cuerpo y vamos a darnos la oportunidad de fallar, cometer errores; sin sentir que se nos va la vida en ello.
El mundo seguirá girando, no importa qué tan cansadas estemos, él no se detendrá.
Así que tómate el tiempo que necesitas, cuando lo necesitas y aprende a disfrutar el momento, el presente. Cuando lo hagas, verás que es más fácil hacer lo que quieras hacer porque ya no sentirás una culpabilidad falsa, basada en estándares que nunca te pusiste tú.
Yo, al final, disfruté las consecuencias de haber «fallado», pero pude haberme evitado el mal humor, enojo y frustración.
Por hoy es todo, pero ya sabes que cualquier cosa,
estaré encantada de leerte en los comentarios y por correo (platicamosrocio@gmail.com).
Si te apetece, comparte y soñemos juntas.