Cuando la decisión no es tuya

Cuando la decisión no es tuya

 

Cuando la decisión no es tuya

 

Parecía haber sido todo una pesadilla, uno de esos malos sueños que te hacen valorar lo que tienes; pero no, era real; cuando la decisión no es tuya.

Esa cosa estaba pegada a mi cuerpo de tal manera que hasta parecía que me abrazaba con cariño, aunque lo único que hacía era limitar mis movimientos, convertirme en una sombra oscura de la niña feliz que, alguna vez, vivió en mi cuerpo y daño, mucho daño.

Todo había cambiado de forma tan repentina que ni siquiera me dio tiempo de asimilar que algo «no estaba bien con mi cuerpo»; como para ponerme a analizar las posibles soluciones.

Ya todo estaba hablado, ya todo estaba decidido y yo, ni siquiera recuerdo haber estado en ninguna de las dos situaciones.

Pero lo que sí era verdad absoluta es que mi vida cambiaría por completo.

Literalmente se convertiría en un antes y un después de Milwakee(*).

 

 

Antes de, ¿qué?

 

Cuesta contar cómo era mi vida antes de, mi mente se empeñó en borrar cualquier momento feliz que hubiera existido, quizás, porque de alguna manera, le hacía daño recordar que alguna vez fue feliz.

Me veía encerrada en aquella cárcel de acero y cuero por la eternidad.

Tenía sólo trece años; cualquier lapso de tiempo, por pequeño que fuese, que implicara cortar mi desarrollo «normal», parecía eterno.

 

 

Todo lo que empieza, termina

 

Dicen que todo principio tiene un final, a mí me dieron fecha de inicio, pero nunca hubo fecha para el final; tiempo indefinido fue lo que escuché.

Tiempo indefinido, en ese momento, para mí, significaba lo mismo que eternamente.

Y yo no dejaba de pensar en que la gente me vería con mi jaula a cuestas; preguntas, burlas, juicios; era todo lo que yo veía en mi futuro.

Ser una niña, adolescente, mujer «normal» nunca más estaría en mi vocabulario.

Sólo tenía trece años, para mí, se había acabado la vida.

 

 

¿Soledad por elección?

 

Nadie me querría, ¿quién querría tener a su lado a un fenómeno?

Y así fue.

Cuántas amigas vi ir desapareciendo una a una hasta dejarme sola.

Con lágrimas contenidas en lo más profundo de mi corazón, fingiendo una fortaleza inexistente.

Cabeza agachada para no ver a nadie, si yo no los veía quizás ellos no me encontrarían.

Entonces los oía, con los oídos del corazón; los que hacen que las palabras calen en lo más profundo y se queden grabadas por siempre en el recuerdo.

Las burlas, las risas, los apodos…

 

 

Cuando la decisión no es tuya…

 

Si leíste hasta aquí, te agradezco infinitamente, el dejarme compartir una pequeña parte de mi historia.

He decidido contarla, no porque quiera impresionarte, o que me tengas lástima o que pienses que soy una persona fuerte (o fui una niña fuerte); porque no lo fui.

Fui yo la que enfermó. Fui yo la que decidió permitir que me hicieran daño.

Nadie ni nada marcó más mi vida que yo… me grabé la palabra eternamente a fuego y me instalé en aquella situación, con la que aprendí a vivir (conformarme).

Si bien es cierto que no tuve opción en la decisión de ponerme o no tal aparato; si que es cierto que fue mi decisión el permitir que ese hecho me afectará por treinta años.

Hay situaciones que marcan y mucho… Esta no es la única que ha marcado mi vida; pero es nuestra decisión el tomar las riendas y hacer algo bueno, para nosotros, de ello.

Pasé treinta años viviendo con esa jaula de forma platónica; porque físicamente sólo la llevé por quince meses (en realidad no funcionó, al contrario, empeoró mi condición).

A pesar de ya no llevarlo a cuestas, seguía pensando que era un fenómeno, un monstruo, un cuerpo defectuoso y lo peor… con mucho dolor físico y emocional.

El día que acepté mi enfermedad como mi más grande maestra, aprendí que esos treinta años de dolor me los había provocado yo misma.

Tomé las riendas y ahora estoy sanando… no sólo emocionalmente sino físicamente también.

 

 

No dejes que decidan por ti

 

Aprende a conocerte, a aceptarte y amarte; sólo así podrás sanarte y, entonces, tomar las riendas para hacer de este camino llamado vida, la mejor experiencia siendo, haciendo y teniendo lo que realmente quieres ser, hacer y tener.

Tú eres la única persona que tiene la llave de tu felicidad, no le des ese poder a otros.

Habrá situaciones muy difíciles, dolorosas, jodidas en serio… grita, llora, patalea, golpea…. sácalo todo…

Pero después, levántate y sigue… no detengas tu vida por una persona, un momento, una situación.

Si lo analizas, seguramente, habrá millones de momentos maravillosos por los que todavía vale la pena seguir soñando.

 

 

Por hoy es todo, pero ya sabes que cualquier cosa,

estaré encantada de leerte en los comentarios y por correo platicamosrocio@gmail.com

Si te apetece, comparte y soñemos juntas.

No seas diferente,
¡Sé única!

¡Besiños infinitos!

FIRMA ROCIO CASAS

 

(*) Milwakee: Corsé para el tratamiento de la escoliosis o cifosis, compuesto de una cesta pélvica en termoplástico semirrígido, forrada o no; una superestructura metálica unida a un anillo cervical con dos apoyos  occipitales y molde glótico, con todas las placas y aditamentos que se prescriban.

Sólo se quita para ducharse, no para dormir.

(la de la foto no soy yo, no tengo fotos mías con eso)

 milwaukee

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2 comentarios

  1. Ya sabes lo que te quiero verdad??
    Tú eres y serás mi rocio de buenas y muchas fuerzas que siempre me das con el solo hecho de saber que estás siempre, yo hoy decido que nunca le voy a dar mi poder a nadie ni a nada. Gracias por mi morra chingona…

    1. Moooorrra, sabes que yo también te quiero un montón, ¿verdad?
      Me alegro que tomes una de las decisiones más importantes de tu vida. Sólo tú tienes que tener ese poder y muchos otros que te hacen única y maravillosa.
      ¡Tú sí que eres una morra más que chingona!
      ¡Besiños infinitos!

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